Cecilia Bajour, profesora en Letras, especialista en Literatura Infantil y Juvenil, y docente en Institutos de Formación Docente, reflexiona sobre el lugar y la potencia del trabajo con la literatura en los escenarios actuales.
- Vivimos en una sociedad en la que la imagen ocupa cada vez más un lugar de preeminencia ¿Cómo impacta esto en la literatura? ¿Qué lugar se le da a la interpretación de la imagen en nuestras prácticas (escolares / extraescolares) como lectores?
La imagen tiene un rol fundamental en los modos de leer y comunicar en la actualidad, en distintos espacios de formación. En el caso de la Literatura infantil y juvenil (en adelante, LIJ), forma parte de lo que se considera característico de esta clase de obras. En mi caso, como profesora en Institutos de Formación Docente, le doy un lugar muy importante al reconocimiento de la imagen como un lenguaje principal, junto con la palabra, y a las herramientas para poder leer las imágenes como texto (en un sentido amplio). Cuanto más se sepa acerca de cómo se construyen las imágenes, que son una construcción cultural y social, vamos a tener más herramientas para desnaturalizarlas y mirarlas menos ingenuamente. Y poder mirarlas en relación con quienes las enuncian. No solamente con el cómo de las imágenes, sino de dónde vienen, en relación con sus contextos históricos y de producción, sus posibilidades materiales. No es lo mismo cómo se lee una imagen de un libro físico, incluso desde lo corporal, que cómo se lee desde la pantalla.
Me parece importante no naturalizar que estamos usando PDF’s, que no son el libro, son sustitutos que tienen otras características y que, de todos modos, son de gran ayuda. Durante la pandemia trabajé mucho con libros digitalizados y también con lecturas de libros. A lo largo de todo el año pasado hubo muchísima gente que se puso a auto-grabarse o auto-filmarse leyendo. Esta situación, además de invitarnos a inventar múltiples modos de acercar lo literario a nuestras/os estudiantes, nos permite poner en juego unas formas de la oralidad que antes no estaban tan en juego. Nos permite estar más pendientes a la puesta en escena -porque toda lectura es una performance-. Al ponernos a grabar prestamos atención a un montón de cosas que, cuando estamos en el aula, muchas veces naturalizamos. Cuando uno se dirige a una pantalla va a tomar un montón de decisiones, que son decisiones de cámara. Si acerco el libro o determinada escena, me interesa que la miren de una manera en particular, qué pasa con el uso de la voz, qué pasa con mi mirada con respecto a leer el libro y mirar la cámara (que implica mirar a les lectores). Todas esas cuestiones enriquecen la autoconciencia acerca del acto de lectura como una experiencia física. Nuestras/os estudiantes pueden aprender mucho de esas decisiones, sobre todo cuando las hacemos conscientes y las explicitamos.
Respecto del lugar de la imagen, una cuestión importante es mirarla en su complejidad: cada imagen tiene muchísimo para decir. Uno podría pasarlas rápidamente y solamente decodificarlas en cuanto a su carácter icónico -la pregunta sobre el qué nos dicen las imágenes- o preguntarnos más sobre el cómo de las imágenes. El cómo tiene una inmensidad riquísima, y esta es una gran oportunidad para hacerlo.
- ¿Puede también haber imágenes que contengan semillas de silencio o imágenes verborrágicas?
En el caso de la imagen podríamos inventar una palabra, como “imagorragia”, que sería justamente cuando las imágenes dicen más de lo que deberían decir, siempre en contexto, o cuando se refuerzan estereotipos o información que no era necesario dar, o no en ese momento del libro. En un libro que se caracteriza por la construcción de la sorpresa, poner una imagen antes de donde debería ir sería apagar el silencio, apagar la posibilidad de que les lectores puedan construir por sí mismos esa información. O aclarar por medio de la imagen algo que el lector ya podría haber construido sin necesidad de la imagen.
Para ir construyendo un enigma e irlo desarrollando de forma paulatina, es muy importante la gradación de la información, tanto a nivel de la palabra como a nivel de la imagen y también a nivel del texto o del libro, que es una de las cuestiones que tienen que ver con la composición de una historia.
La desconfianza, el temor a que no se comprenda el contenido, hace que cometamos excesos y explicitaciones innecesarias.
- ¿Cómo es para vos la relación entre imaginación y silencio?
El texto de Caperucita Roja (tal como se lo contaron a Jorge) de Luis Pescetti, me parece una tematización de los imaginarios. Si bien no fue publicado como libro-álbum, cumple con sus características porque cede información a la imagen, además de la decisión de cómo fue contada esa historia, como una situación de narración oral de un papá a un nene. Los imaginarios están representados por los globitos de historieta. Uno puede asistir a que toda lectura es una versión, y que toda versión de una lectura está condicionada por saberes, contextos, personalidades. En este ejemplo de ficción, Jorge nunca había escuchado el relato de Caperucita e imagina que es una niña con la cara roja. Ese es un ejemplo de silencio. En vez de explicar por qué Jorge en su imaginación le habrá hecho la cara roja a la niña, lo deja librado a la interpretación de les lectores. Me parece que eso es una señal de confianza.
- ¿Qué puntos de encuentro en los hogares crees que se armaron o que se podrían haber armado durante la cuarentena, entre oyentes, hablantes y lectores de distintas generaciones?
¿Qué caminos crees que sería necesario seguir trazando entre la escuela y las familias para democratizar el acceso a la lectura?
Las familias pudieron ser partícipes en muchos casos, de acuerdo a las posibilidades, deseos y necesidades, de las situaciones de lectura. En muchos casos se trató de una expansión del camino lector, que no quedó solamente en los alumnos, sino que tuvo resonancias en los entornos, a veces insondables. A veces estamos leyendo un poema o un libro-álbum y del otro lado de la pantalla nos está escuchando una familia, o si eso está grabado se lo pueden pasar a otros. Como docente de literatura, me auto-grabé leyendo libros-álbum y después me enteré que esos audios y videos fueron compartidos con amigos y con la familia. Es algo que en la situación habitual de clase pre-pandemia no nos parecía pensable, teníamos que en todo caso diseñar un dispositivo, o armar una reunión de padres y madres para que la familia fuera partícipe de una situación de lectura literaria. Podemos incluso planificar esa expansión, para que el público ampliado pueda ser enriquecido, pensando en la democratización. Nuestros alumnos y alumnas forman parte de contextos particulares que nos importan, quizás hoy más que nunca, porque son nuestros aliados y aliadas para que la enseñanza ocurra. Tener en cuenta estos puentes, hacer más colectiva esta situación que antes estaba en un ámbito de encuentro nada más que entre maestros y alumnos, es algo que trabaja a nuestro favor, para todos los que participan de esa situación.
Es un momento en que es importante la selección y la puesta a disposición de los textos. Buscar la manera de hacerlos llegar. Ahora las bibliotecas están empezando a abrirse, adoptando protocolos para prestar libros nuevamente. Estamos en mejores condiciones que el año pasado.
Eso se puede poner en diálogo con la cantidad de oferta que se colocó a disposición en las redes, sobre todo al principio, de manera desmedida. Llegó un punto en el que ya no sabíamos qué mirar. Nos produjo hasta cierto hartazgo, era un exceso. Sí hubo mucha posibilidad de elegir ofertas culturales, y esto es una ventaja en términos de democratización. Pero para que realmente sea democrático, hay que conocerlo. Para eso, está bueno organizar de forma colectiva y colaborativa bases de datos, tanto relacionadas con el mundo de los libros como con lo audiovisual, lo musical, lo documental. Está bueno generar un tráfico saludable de toda esa información que está circulando.
- ¿Qué desafíos crees que se presentan en la actualidad en las salas, en las aulas y en la promoción de la lectura en general cuando no es posible, según el protocolo, compartir y circular los libros?
Existen libros disponibles en la red, digitalizados. Pero no restringiría el vínculo con la lectura a estos medios. Es muy importante el acompañamiento, el poder leer con otros. Más que pensar en cantidades de libros leídos, está la cuestión de la calidad de ese acompañamiento. Poder buscar situaciones para leer juntos, por medio no solamente de la lectura de las y los docentes, sino también entre alumnos, y hacer cómplices a las familias y amigos. Esto que vimos como una novedad, la incorporación de quienes viven con nuestros alumnos a la escena de clase, este año pensarlo de una manera más decidida. Se trata de buscar vías de alianza.
Muchas veces nos podemos asomar a la lectura de materiales que hay en las casas, sin despreciar ningún tipo de material. Cuando digo “sin despreciar” pienso en la cultura en un sentido amplio, que incluye tanto libros como películas, videojuegos, que son otros modos de narrativa muy interesantes y cada vez más sofisticados. Todo eso enriquece el camino del lector. Laura Devetach acuñó el concepto de “textoteca”; yo en La Orfebrería del Silencio hablo de otro concepto que amplía ese neologismo, la “diversoteca”, pensando en la diversidad de estéticas, lenguajes, de autores, de géneros. Hay que aprovechar lo que está circulando porque todos están leyendo más que nunca. Estamos todo el tiempo leyendo y escribiendo, porque es una necesidad vital en este momento para poder comunicarnos. La cuestión es tratar de que esa lectura y escritura sea lo más enriquecedora posible. Los chicos y las chicas tienen mucho para enseñarnos de sus experiencias actuales.
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- Contanos un poco más acerca de este concepto de silencio: En el libro “La Orfebrería del Silencio”, considerás al silencio en los libros-álbum como parte de la comunicación, como una condición para que el/la lector/a produzcan sentido. ¿cómo pensás el silencio como parte de la comunicación? ¿Cómo se traduce la necesidad del silencio en la comunicación en los espacios de promoción de la lectura?
El silencio no solamente forma parte de los libros-álbum. El silencio habita en todo texto, es una de las características de lo estético: la posibilidad de no decirlo todo. La posibilidad de la insinuación, de la sugerencia, una puerta abierta a que los sentidos no estén dichos de antemano.
Por eso me interesa tanto el silencio en relación con la mediación de la lectura, en relación con la comunicación. En los textos artísticos podríamos decir que esto es un sello peculiar: la posibilidad de tener semillas de silencio, para que sean sembradas cuando se les preste atención en relación con los interlocutores/as, para habilitar sentidos que puedan entrar a circular. Hay una relación muy rica entre silencios y conversación. En una conversación habitan distintos modos de silencio, cuando se les da lugar. No es una ley dada de antemano, es una construcción. Y, sobre todo, es una construcción ideológica, porque tiene que ver con el lugar de la palabra del otro/la otra, con una cuestión de intercambio de hospitalidad entre quienes conversan. No se trata tampoco de una cuestión mecánica de “me callo para que el otro hable”. Si no interviene la escucha en ese vínculo, es como una especie de simulacro de escucha. Y simulacro de silencio, porque en realidad uno puede decir “hago silencio para que vos hables” pero yo ratifico la idea que ya tenía de antemano.
Yo les comentaba esto de la cuestión de conversación y silencio tiene que ver sobre todo con una postura de valorización sobre lo que los otros y las otras tenemos para decir en relación con la palabra propia. Y pensar que la palabra propia nunca está terminada, siempre necesita de la palabra del otro para seguir construyéndose. Por eso, saber más acerca de cómo son los silencios en situaciones concretas, en este caso situaciones de lectura u oralidad en relación con lo literario, pueden enriquecer mucho las maneras de intervenir de las/os docentes. Supone dos dimensiones: conocer muy a fondo los textos para escuchar cómo los lectores dicen cosas ricas acerca de esos textos.
- En contraposición al silencio, vos decías que hay ciertos libros que dicen o aclaran demasiado, libros verborrágicos.
Lo verborrágico se puede dar en un montón de dimensiones. Por un lado, lamentablemente cierta literatura infantil bastante extendida tiene esos vicios: la tendencia al exceso de explicación, a guiar los sentidos y enfatizar en aquello que se supone que el/la lector/a no va a entender. También puede ocurrir en decisiones de edición. La LIJ es multimediada, no se puede pensar el texto al margen de sus múltiples mecanismos de mediación. En esos mecanismos de mediación también puede haber muchos ruidos, como por ejemplo a nivel paratextual, en prólogos o en contratapas que dicen demasiado, que orienten a quienes van a leer a un sentido que se considera válido o predeterminado o a donde se quiere guiar, muchas veces por un interés comercial. Y también lo podemos pensar en situaciones de conversación, donde haya ruido o verborragia y se intente decir cómo tienen que ser los sentidos o el sentido (único) de antemano. Eso también es una ruptura del silencio, porque no se da lugar a la construcción social y colectiva de los textos. Ésta es una de las artesanías de cómo pensar una conversación: acallar o aquietar las ansiedades por llenar los silencios, por decir la propia idea antes que el otro, o pensar que la idea propia es la que vale más.
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Cecilia Bajour
Es Profesora en Letras (UBA) y Magíster en Libros y Literatura para Niños y Jóvenes (Universidad Autónoma de Barcelona. Banco del Libro de Venezuela. FGSR). Es docente titular de la asignatura Literatura Infantil y Juvenil del Profesorado Universitario en Letras de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Forma parte del equipo de docencia de la Especialización en Estudios Avanzados en Literatura Infantil y Juvenil y de los Diplomados en LIJ de dicha universidad. Es docente de Literatura en la Educación Primaria y en la Educación Inicial en Institutos de Formación Docente de la Ciudad de Buenos Aires. Es autora de los libros Oír entre líneas. El valor de la escucha en las prácticas de lectura; La orfebrería del silencio. La construcción de lo no dicho en los libros- álbum; Juego con palabras, palabras en juego; Literatura, imaginación y silencio y Desafíos actuales en mediación de lectura. Fue colaboradora habitual de la Revista Virtual de Literatura Infantil y Juvenil Imaginaria y miembro consultivo de la Revista Emilia de San Pablo, Brasil.
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