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Un currículum ecológico

¿Cómo podemos construir conciencia acerca de nuestra relación con la naturaleza -de la que somos parte- a partir de la escuela? ¿Por qué es necesario construir una mirada más allá del antropocentrismo?


La pedagoga Inés Dussel nos comparte sus ideas acerca de la necesidad de un currículum con perspectiva ecológica, de cara a los desafíos que nos presenta la crisis planetaria que atravesamos.


Este fragmento es una “yapa” de la entrevista “Un cafecito (virtual) con Inés Dussel” publicada en Tema Libre #4, Año 1

¿Qué implica una perspectiva ecológica del currículum?


La perspectiva ecológica implica una visión de ecosistema, esto es, pensar a la propia escuela en el marco de ecosistemas de aprendizajes que no empiezan y terminan en la escuela, a la que, como ya dije, considero como una institución imprescindible. Pero aunque defiendo la escuela como institución central para la vida pública, hay que pensar en un concepto de educación expandida, ya no desde las tecnologías como se la viene pensando sino desde una perspectiva de descentramiento de esa visión del Hombre con mayúscula, del hombre moderno como centro del mundo. Hay mucho para trabajar y revisar en los diseños curriculares en ese sentido.


Entonces… ¿Cómo repensar el diseño curricular?


Por ejemplo, sería interesante poder pensar otra integración de lo que hoy se llama “Ciencias de la tierra”. Cuento un ejemplo. Mi tesis de maestría fue sobre la historia del currículum de la escuela secundaria, e hice investigación sobre diseños curriculares del siglo XIX. Me extrañó la organización de la disciplina Historia, que estaba dividida en Historia sagrada e Historia natural; la historia sagrada estaba basada en la Biblia, y la historia natural empezaba con geología y seguía hasta la revolución francesa e incluso me acuerdo que se les pedía que hablaran como Mitre después de Pavón o algún evento similar (se trataba del programa del Colegio Nacional Buenos Aires del año 1865, aproximadamente; me llamó la atención también la inclusión de la historia reciente). Básicamente lo que me sorprendió fue esa organización de los conocimientos por la cual la historia se empieza a contar con la historia de las piedras. Pero en realidad está muy bien pensar que nuestra historia es también la historia de la formación del planeta, de las bacterias, de las plantas, de los animales, es la historia de la vida, es la historia geológica, ¿por qué no? Habría que repensar el currículum en esta línea.


Hay mucho por hacer, incluso avanza hacia la reclasificación de los saberes. Este es un tema complejo y hay pros y contras en las opciones que se van tomando, pero en la misma dirección de sentirnos parte de la historia del planeta, habría que repensar cómo nos formamos en nociones de tiempo y espacio, entre otros asuntos. ¿Por qué mantener esta concepción del espacio como un mero escenario, o de la naturaleza como un objeto del que nosotros nos servimos, donde nosotros somos los únicos todopoderosos, o del tiempo como una variable independiente? Esto lleva a pensar las disciplinas escolares tal como estamos acostumbrados a pensarlas; no quiere decir que desaparezcan las disciplinas (hacen un aporte importante a un pensamiento sistemático, a entender procedimientos, a valorar conversaciones más especializadas), pero sí hay que pensar qué incluyen y cómo dialogan con otras formas de plantearnos los problemas de la vida planetaria. Imagino que este cambio va a tardar bastante. Ojalá no nos demoremos, porque estamos en una crisis ecológica muy seria, y si no actuamos en los próximos años, nuestros nietos van a tener problemas para conseguir agua y comida. Va a haber una situación realmente muy seria. Quizás me equivoque: hay quienes apuestan a que encontraremos la tecnología de alimentos que resolverá todo eso o a que desarrollaremos bacterias que se “comerán” la polución del aire. Pero para eso también necesitamos científicos y toda una industria de producción del conocimiento científico que coloque esto en el centro. Así como ahora se hizo con el Covid-19, precisamos colocar en el centro los enormes desafíos que plantea el cambio climático y esta era del Antropoceno. Nuestra huella geológica está siendo realmente devastadora para el planeta.


Hace poco estaba leyendo un texto muy interesante que se llamaba “Uber Eats”, de Timothy Mitchell, que toma esta función de Uber de traernos la comida para analizar cómo este tipo de industrias tan depredadoras, que no cuidan ni el trabajo ni el medioambiente ni cuentan con una red de protección social, y que tienen un modelo de financiamiento basado en sus ingresos futuros, se están de hecho comiendo nuestro futuro, que es el argumento del artículo (“Uber eats our future”). Este problema lo vamos a vivir quizás algunos de nosotros hacia el final de nuestra vida, pero seguramente más nuestros hijos e hijas, y esto es algo que nos tiene que preocupar ahora.


En esa dirección, diría que hay algo del Covid-19 que puede ser interesante porque coloca el problema del cuidado de la vida en un punto más importante que otros en la agenda. Ojalá que esta crisis ayude a pensar en ese cuidado de la vida, ese cuidado del planeta. Esto es, el cuidado de la vida no solamente de los humanos, sino entendiendo a la vida de una manera mucho más amplia, mucho más generosa, respecto a las distintas formas de vida que hay en el planeta, respecto a la necesidad de cuidar las piedras y los suelos porque las necesitamos no sólo nosotros sino otras especies que también tienen su derecho a la vida. Cuando digo esto, inmediatamente me salta otro tema a repensar desde la ecología, y es si eso se puede trabajar solamente desde la perspectiva de los derechos. ¿Tienen derechos las bacterias, las plantas o los animales? ¿Sirve pensarlo desde ahí? ¿No estamos imponiendo categorías antropocéntricas también? ¿Y cuál sería otro modo de pensarlo por fuera del régimen de los derechos? Hay filósofas ecofeministas que están pensando cuestiones muy interesantes alrededor de estos temas, como Doona Haraway e Isabelle Stengers. El punto es que no solo es un problema de derechos, sino de convivencia e incluso de sobrevivencia de distintas formas de vida en el planeta. Creo que hay que traer estos debates al currículum y la pedagogía, porque son temas también urgentes.


***

Si querés leer la entrevista completa, podés hacerlo acá: “Un cafecito (virtual) con Inés Dussel” publicada en Tema Libre #4, Año 1


Agradecemos especialmente la colaboración del Mg. Luciano De Marco en esta entrevista.



Inés Dussel

Es Profesora Investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas del CINVESTAV-IPN, México. Es Dra. en Educación (Ph.D.) egresada de la Universidad de Wisconsin-Madison. Su formación de base es en Ciencias de la Educación (UBA) y cuenta también con una maestría en Ciencias Sociales de Flacso/Argentina. Fue becaria de la Fundación Spencer (USA), DAAD (Alemania), el CNPq (Brasil), la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y el Georg-Eckert-Institut de Alemania (Alemania).

Ha trabajado en investigación educativa y formación docente por más de 20 años. Dirigió el área de educación de FLACSO/Argentina desde el 2001 al 2008. En los últimos 10 años ha trabajado en políticas y pedagogías de la imagen en la educación, a través de propuestas de formación virtual, investigación en las aulas, producción de materiales y revisión de políticas educativas y curriculares.



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